Hay muchas maneras de referirse a espacios en los que se desarrolla el arte. Clases, Cursos o Taller son algunas de las más comunes, aunque no todas significan lo mismo ni refieren a la misma forma de desarrollar el arte.
Puede parecer poco importante porque es sólo un nombre, por lo tanto palabras. Sin embargo se encuentra, dentro de estas palabras, un esbozo del método que se utilizará para aprender y enseñar. Esto no es ni más ni menos que una concepción artística. Cómo se entiende al arte, cómo se piensa que aparece, cómo se crea (y se recrea) señalan una forma de adentrarse en él.
La palabra más genérica, la menos específica es “Clases”. Por clases se entiende una situación educativa en la que se imparte algún tipo de conocimiento o destreza. Las clases pueden tener distintos funcionamientos que no quedan especificados en la palabra en sí, si no se adentra uno en tal o cual clase y conoce de qué se está hablando.
Por lo tanto, el contraste más grande entre estos términos tan usuales se da entre la palabra “Talleres” y “Cursos”. En Talleres de Arte El Puente, si bien elegimos claramente una de estas opciones, desarrollamos ambos para distintos fines. Pero dejaremos los talleres para el final.
Los cursos son módulos, más o menos extensos, de clases con una temática determinada y constan de un principio y un final. La estructuración de un curso podría ser por ejemplo: introducción al dibujo, distintos tipos de líneas, pintura con acrílico, acuarela, y finalmente pintura al óleo. Una vez impartidas todas las técnicas y/o conceptos, y mostradas las formas de llevarlas a cabo, el curso se da por terminado. Esta modalidad, en nuestro caso, la utilizamos para cursos como Historia del Arte o Teoría del Color, etc. Que tienen un desarrollo teórico que implica ser narrado y desde el principio hasta el final. La forma del curso es muy eficiente para estos contenidos, que requieren un período necesario de detenimiento en lo conceptual; lo que no implica que el proceso de conocimiento acabe ahí sino por el contrario, con esos elementos en “la mochila” se puede seguir recorriendo mejor el camino del arte y la asimilación de los conceptos que se han estado estudiando.
La dinámica del taller es otra. El concepto principal es el proceso de aprendizaje. Contiene elementos tales cómo enseñanza de técnicas y conceptos, pero no limitados a unas pocas clases sino que se desarrollan cada vez que es necesario. Es muy frecuente, y quizás te haya pasado, comprender una explicación y al llevarla a la práctica surgen dudas u olvidos respecto al “cómo”. Es en ese momento donde el valor del taller aparece en escena. El ejercicio guiado ayuda a completar los procesos que de otro modo quedarían truncos o deficientemente acabados.
Pero hay algo más importante aún, que sin embargo se sigue de esto, y es el hecho de que esta forma de disponer el orden para la creación genera que las capacidades se adquieran progresivamente, mejorando en forma creciente y por lo tanto colocándonos a la altura de nuevos problemas. No ya problemas dados sino creados, problemas artísticos. El problema de tener una obra de arte que empieza a rondar al artista, quien debe ponerle todo lo que ha ido construyendo y desarrollando para llevarla a cabo. Darle forma a ese sentimiento, conmover, crear un lenguaje, realizarlo acabadamente. Este proceso artístico no tiene fin. Creemos que “la del taller” es la forma propia para transitar el arte. Por lo tanto no es una serie de clases en las cuales se aprenden 5, 10 o 1000 cosas. Sino que es una forma de plantarse frente al arte y caminar ese camino eterno hacia una forma cada vez más robusta de crecer en el arte.
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